lunes, 22 de octubre de 2012

Miedo



Kiv era una chica de tez olivácea y cabello oscuro.  De risa fácil cuando está en buenas compañías pero de semblante usualmente melancólico.  Mediana estatura y pechos incipientes. Era increíblemente tímida y se escandalizaba a la más mínima mención de temas tabús.  De inteligencia privilegiada, las personas la consideraban demasiado madura para su edad. Considerada con sus mayores y responsable con sus deberes.
La chica vivía en una casita comunal con su familia en una región muy soleada de Grësg. Los veranos eran tórridos, insoportables para muchos ciudadanos que decidían asentarse en zonas del norte en los días más extremos.
Aquella tarde se encontraba leyendo tranquilamente cerca de un arroyo en las inmediaciones de las fincas cercanas.  Las temperaturas habían comenzado a bajar y corría una brisa fresca digna de aprovechar. Kiv gustaba de sentarse en el césped a la sombra de algún árbol y leer sus relatos generalmente fantásticos. No se alejaba mucho de su casa pues sus padres le habían indicado que no debía hacerlo. Un grito lejano interrumpió su lectura, era una voz familiar.
-Kiv ¿te vienes al desfiladero? Estamos  investigándolo, dicen que han encontrado un lobo muerto y que huele muy mal, además dicen que tiene hasta gusanos – El rostro de Laila dejaba patente su entusiasmo, ese rostro completamente lleno de pecas le inspiraba siempre confianza para contarle sus más  íntimos secretos.
- Laila, sabes que no me dejan salir de las fincas… -Kiv ni siquiera levantó la mirada del libro
-Algún día tendrás que salir de aquí, a mí tampoco me dejaban…hasta que no pueden hacer nada para impedirlo- Laila comenzó a reírse y zarandeo a Kiv instándole a acompañarla.
-Deacuerdo…iré pero ni una palabra a mi madre
-Claro, vamos Kiv, es siguiendo ese sendero hacia arriba, para la sierra.
Kiv seguía atentamente los pasos de su amiga, cada piedra que ella dejaba atrás procuraba salvarla de la misma manera, las pendientes eran costosas y estaba recibiendo alguna que otra magulladura por la que tendría que dar escusas después que ya se estaba preparando.
-Bueno Kiv, los demás deberían estar por aquí- Laila ayudó a terminar de subir a su amiga y con los brazos en jarras miró ambos lados esperando a sus amigos.
Kiv miró el horizonte desde donde se encontraba, estaba oscureciendo  y habían andado bastante:
-Creo que deberíamos volver Laila, se van a preocupar por nosotros
-No te preocupes, si vamos a llegar de vuelta en un momento…¿Dónde se habrám metido estos capullos? –Laila se adentró entre los árboles de un bosque que proseguía mucho más adelante y que se perdía a la vista su trayectoria.
-No pienso entrar…Me voy, esto es una locura- Kiv tenía miedo, no había pensado en tener que volver sola y la mera idea le aterraba pero esperaba presionar a su amiga.
-No te vas a volver sola Kiv, solo será un momento
- Ellos se habrán vuelto ya Laila…es muy tarde –Sin terminar sus últimas palabras un golpe sordo se oyó proveniente del bosque de encinas.
-Joder, ¿qué ha sido eso?
El golpe volvió a repetirse, y volvió a repetirse en unos instantes.
-Vamos a volvernos Laila, por favor- A Kiv le temblaban las piernas, solo era un ruido pero era la primera vez que estaba tan lejos de casa a esas horas.
Laila prosiguió adentrándose en el bosque, estaba muy oscuro y las encinas conformaban un laberinto del que seguramente si se adentraban demasiado les sería complicado encontrar el camino de vuelta. Kiv no quería proseguir, pero se sentía segura si se encontraba en presencia de su amiga, siempre había sido así.
-No están por ninguna parte Kiv, vamos a volver- Laila se giró hacia su amiga y en ese justo instante algo la sujetó por la pierna.
Todo transcurrió demasiado deprisa, Kiv vio como Laila fue arrastrada a la oscuridad. Ella aterrada corrió a toda velocidad dando vueltas entre los árboles sin rumbo fijo. Pasado un rato se encontraba agotada y le dolía el lado del vientre. Se apoyó a descansar en un árbol, había anochecido y se acababa de percatar. Quería pensar que todo se trataba de una pesadilla y que iba a despertar en la habitación junto a sus hermanos. Pero no fue así.
Una hoguera se distinguía más adelante, estaba horrorizada, pero no podía seguir sola y sin ver nada por lo que decidió confiar en la benevolencia de los acampados allí. Se acercó sigilosamente y con la máxima cautela para ver si había alguien. Sin embargo, parecía que no había nadie cerca de la lumbre. Esperó durante un largo rato hasta que decidió acudir en busca de ayuda, alguien que atendiera sus llantos y miedos y le ayudara a buscar a Laila.
Se acomodó con idea de pasar el resto de la noche junto al fuego con un poco de hojarasca cerca del calor. La ansiedad le impedía quedarse dormida, rompía en sollozos cuando volvía a recordar a su amiga desaparecer en la oscuridad “Le dije que no debíamos quedarnos”. Las imágenes de lo sucedido acudían a su mente y no le dejaban cerrar los ojos. Unas pisadas pesadas le alertaron de la presencia de alguien.  Cargaba algo y se encontraba tras ella.

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